jueves, 27 de septiembre de 2007

De mi Infancia

En mi niñez fui feliz.
Gocé de la felicidad única que poseen los niños, esa felicidad que te entrega el no tener muchas responsabilidades y el ser amada por todo el mundo.
Desde muy pequeña estuve encerrada en una sala, puesto que poco tiempo después que mi madre me sacara a este mundo, me tuvo que poner en una sala cuna. Es comprensible, pues ella trabajaba y como todos saben conseguir un trabajo es muy dificil, en estos tiempos, como en aquellos.
Creo que el primer recuerdo que tengo de esa época es el de un cumpleaños que celebraron alli. Hasta podría haber sido el mío por que recuerdo que me pusieron una corona de cartón metalizado color rojo. Estaba en una mesita con dos niños más. Y recuerdo que nos pusieron una enorme torta blanca con una guinda en el centro. De tanto en tanto intentaba a hurtadillas el meterle el dedo a la torta, es que se veia muy deliciosa. Después de unas cuantas tentativas fallidas, con una de los niños que estaba en la mesa conmigo, logramos sacarle una buena cantidad de crema a la torta, nos sacaron una foto y la torta desapareció, para luego llegar hecha pedazos en unos platos verdes para cada uno.
Fui criada mayormente por tías de jardín infantil y por mi abuela materna, a la cual le agradezco y amo por todas las tardes que dedicó a cuidarme, enseñarme y amarme. Ella no era de las abuelitas que regalonean a sus nietos con dulces, abrazos y caricias, era de las abuelas firmes que te enseñan a respetar y ser una persona buena.
Conservo en mi memoria sus cuidados cuando enfermaba y sus retos cuando me equivocaba, sus caldos de pollo y carne y la malta con huevo y el pan tostado.
El jardín de su casa era una selva llena de flores y árboles, y había reglas para todo. No romper las plantas, ni pisarlas, ni mojarse las manos ni jugar con barro. Era una casa estricta, pero llena de amor. Tenía un enorme televisor que cuando era encendido sonaba como un camión y sillones enormes tapados con cubresofas hechos con genero grueso verde y con flores blancas. No se podía saltar arriba de ellos. Si tenia el gran derecho a bajar las escaleras sentada, dando saltos alocados por los escalones de madera con el traste: pom pom pom pom! hasta llegar al suelo de baldosas oscuras.
Nunca mi abuela me pegó, con el castigo o el reto era suficiente, pues era como si ella fuera la ley en aquella casa.
Mi "Güeli Marta" me enseñó a respetar, y eso selo agradezco en demasía.
Mi infancia era feliz, encontré cariño y orden, principios y valores, y a una abuela a quien jamás le reproche un arrumaco exagerado, por que con todo el cuidados y educación que obtuve de ella, me basto para darme cuenta que en el buen sentido de la frase, "Quien te quiere, te aporrea"

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Mi Campo en la Ciudad

Mi infancia está rodeada de color verde y flores de todos colores y aromas, pero sobre todo de color amarillo y hierba mojada.
Me crié en una parcela, o mas bien de lo que quedaba de "Santo Domingo", una casa grande y amarilla, de pizarreños grises y chimenea de ladrillos rojos. Con una "Flor de la Pluma" en la entrada de la casa, claveles en la jardinera y su embaldosado rojo.
Así recuerdo mi casa, olorosa a peonía y a pino, a claveles y rosas, sabrosa de paltas y damascos. de moras y frambuesas, de uvas negras, rosadas y blancas, de grandes granadas y de brevas gordas y deliciosas.
Mi memoria viaja dentro de recuerdos llenos de aromas y colores. Tenía un pedacito de campo dentro de la ciudad, vivíamos solos, con él único horizonte de potreros con caballos, vacas y burros.
En ese campo dentro de la ciudad era feliz.
Hoy, mi campo goza de una horrible visual. Casas "llavero", de segundo piso, con gente que es indiferente, y que lo mas importante es demostrar quien tiene más, o quien tiene el mejor.
Mi paraíso está en peligro, sus árboles se mueren sin el agua natural de acequia. El agua de la llave no es suficiente ni la mejor. Mis frambuesas y las moras ya murieron, y los paltos agonizan en el patio, las peonías sucumbieron ante la resequedad del jardín, y las parras ya estan viejas, y hasta sus frutos envejecen con ellas.
A pesar de todo, mi campo en la ciudad, continua vivo en mi memoria, y cada vez que miro hacia afuera y veo lo que el tiempo y la ciudad le han hecho a mi paraíso, recurro a las imágenes grabadas en mi mente a fuego, para ver nacer, en mi jardín, todo lo que hoy ha desaparecido.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Hoy Empieza el Comienzo

La historia propia, puede ser muy aburrida para muchos.
Mejor dejarla guardada en el corazón.
El problema está cuando el corazón y la memoria están saturados y ya no es posible seguir guardando cosas en ellos.
Esto es un gran problema, sobre todo cuando dentro de la mente rondan sombras tenebrosas que susurran ideas no muy sanas.
Mi historia no debe ser muy diferente a muchas, pero para mi, es mucho mejor escribirla en un lugar donde yo sé que mi mamá no se va a meter para criticarme.
Si a alguien le interesa, mejor, pero si no, no importa, por que lo principal de esta idea, es sacarme los fantasmas del pasado que intentan ahogarme y llevarme al fondo de la desesperación.